La cosa empezó por 1991.
Yo escuchaba bastante la radio FM Emisora del Palacio. Había un programa en la tarde que lo escuchaba desde la oficina. Mis amigos Javier y Juanjo, como yo, éramos docentes en una escuela de informática. En un segmento del programa daban premios, remeras, discos, y otras cosas, si llamabas por teléfono a contestar preguntas de cine. Las preguntas eran muy difíciles de contestar en vivo, tener en cuenta que no había Google ni Internet a mano.
Pero les descubrimos el secreto: Los tipos de la radio sacaban las preguntas de la revista mensual de la Cinemateca Uruguaya.

Conseguimos las revistas -por un amigo que era socio de Cinemateca- y empezamos a ganar todos los desafíos que proponían.
Para participar había que tener un nickname, así que se nos ocurrió Los Acomodadores del Cine Masacre. De hecho, dimos siempre a entender que trabajábamos en un cine, sin dar demasiados detalles, no fuera cosa que alguno de nuestros jefes supiera de esas llamadas furtivas hechas durante nuestro horario laboral.

Esa misma radio a la noche tenía otro programa, que yo escuchaba. Se llamaba La Nave de los Locos y lo conducía Horacio Buscaglia. Iba de lunes a viernes a las 22 horas. Cuando Juanjo se fracturó la pierna, Javier y yo empezamos a irlo a visitar por las noches, a la casa de sus padres. Comíamos pizza, tomábamos cervezas, fumábamos, escuchábamos música y mirábamos películas.

Una vez les tiré la idea de escuchar La Nave de los Locos. En el programaba hacían propuestas para que los oyentes llamaran, las historias que más les gustaban, las mencionaban al aire. También usábamos el nickname Los Acomodadores del Cine Masacre, aunque a veces Horacio Buscaglia le gustaba mencionarlo en una especie de francés, como «cinemá sacré».

Los oyentes de esa radio era una especie de comunidad, que escuchaban todos los programas. Y a medida que en la radio te iban mencionando al aire, en cierta forma empezabas a tener cierta fama dentro de esa comunidad y a tener lo que hoy en las redes sociales serían los «seguidores».
Ser oyente de La Nave era como un juego de rol, nosotros actuábamos a ser una especie de trolls molestos, pero simpáticos en el fondo. Contrastábamos con la mayoría de los oyentes que mostraban un perfil más sensible o poético.

Una noche la propuesta tenía un premio para el ganador. La radio otorgaría algunas horas de grabación en un estudio llamado La Canastita, que era propiedad del Rikki Musso, del Cuarteto de Nos. Los Acomodadores ganamos el premio. Decidimos aprovecharlo, así que estuvimos varios días haciendo y ensayando un par de canciones.

Teníamos varias guitarras, un bajo, teclados y una batería programable Yamaha RX7 (a la que le decíamos «el enano de la batería»).

Entonces un día del mes de Mayo de 1991 fuimos al estudio a usufructuar las horas ganadas de premio. Teníamos dos canciones, una que se llamaba «Invierno 3AM» (que había compuesto yo) y otra de Javier, que se titulaba «El desquiciado».
Agendamos un horario con el estudio y allá fuimos los tres. Juanjo seguía enyesado así que lo acomodamos en una silla apoyando la pierna fracturada extendida sobre otra silla.
Nunca habíamos entrado a un estudio de grabación. Estaba Rikki Musso a cargo, tuvo una buena onda y paciencia increíbles para darnos una mano. Ni siquiera se río cuando nos prestó un afinador electrónico y preguntó:
— Afinan a 440, no?
— Nosotros enchufamos todo a 220. — fue nuestra contestación de ignorantes totales.

Mi guitarra era una Faim Les Paul de segunda mano fabricada en Argentina, que sonaba decentemente pero tenía un problema de afinación en la sexta cuerda, que siempre quedaba medio tono desafinada. Yo lo solucionaba en forma simple: Jamás tocaba la sexta cuerda.
Rikki nos ofreció una de sus guitarras para hacer las grabaciones. Estaba bastante destruída pero sonaba muchísimo mejor que las nuestras.

Entonces grabamos las bases de los dos temas que teníamos, Javier tocando esa guitarra de Rikki, Juanjo el bajo, yo la guitarra de Javier y el enano (la batería electrónica) que ya habíamos programado antes para los ensayos. Después grabamos la pista con la voz. El demo final lo mezcló Bimbo, otro de los técnicos de grabación.
Finalmente nos fuimos del estudio con un cassette de buena calidad, con nuestras dos canciones grabadas.
Ahí rebautizamos la banda como Cinema Sacre y lo escribimos así en la tapa del cassette.


A la otra noche llamamos a la radio. Les contamos que habíamos usados las horas que nos dieron en grabar un demo de dos canciones. Nos dijeron que se los lleváramos, así que me fui a la radio con una copia del cassette.
Cuando lo tuvieron, Horacio Buscaglia anunció que La Nave de los Locos «tenía una primicia exclusiva para Uruguay y toda Latinoamérica, el primer demo de Cinema Sacre, una banda nueva formada por tres oyentes del programa». Emitieron los dos temas a lo largo del programa y empezaron a mencionar llamadas de felicitaciones por parte de los oyentes.
Nosotros nos sentimos rockstars inmediatamente.
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